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2020 por Gabriela Vera

Tiempo estimado de lectura: 10 mins.
Slow fashion - Moda española por Arena Martínez - 2020 Gabriela Vera

Queridos todos !

Desde Arena Martínez queríamos desearos un año 2021 maravilloso! Nos gustaría compartir con vosotros una gran carta de Mi gran amiga Gabriela Vera que me envío por correo para terminar el 2020 y recibir con ganas este nuevo.
Espero que os guste.
Mucho amor y mucha suerte en este nuevo año !
Arena Martínez

2020

Desde hace dos o tres años, no recuerdo bien, empecé a escribir una carta online para mandarle a mis seres queridos y compartirles mi año. Relatos “a lo Gaby” donde mezclo en una coctelera literaria muchas emociones… porque así yo soy. Sé que se hubiesen reído, probablemente llorado también, pero nunca me atreví a mandarla aunque lo único que faltaba era presionar un botón. Hoy, 29 de Diciembre de 2020, vuelvo a escribir mi año en resumen y de dos cosas estoy segurísima. Primero, no puedo permitirme no escribir sobre éste año; y segundo, al no enviar mi carta los años anteriores -y atreverme empezar una tradición que deseaba por miedo a verme vulnerable- se afianza en mí una de las lecciones que más nos repiten durante toda la vida, y que después de muchos tropiezos, algunos tenemos la dicha de por fin entenderla: uno pierde el 100% de los chances que no toma.

Me siento a escribir, en el café de siempre. Donde el café es malo pero se saben mi nombre, y observo a mi alrededor.

Hay seis personas aparte de mi. Dos muchachas que trabajan, dos vienen de trotar en El Retiro y las otras dos se están poniendo al día. Presumo que no tenemos mucho en común, y sin embargo me siento muy unida a ellas. Todos estamos aquí este 29 de Diciembre de 2020 y eso quiere decir mucho. Todos hemos sobrevivido, seguramente todos hemos llorado, la hemos pasado mal, hemos tenido miedo e incertidumbre, y puedo predecir que después de pensar que no podíamos más y que nada tenía sentido, a todos seguramente nos hizo sonreír cualquier mínimo detalle después de meses de oscuridad.

Ese sentimiento, la esperanza, la que es “lo último que se pierde” según los grandes resilientes (y las abuelas) siempre está ahí pero no es fácil verla, y uno asume erradamente que no nos acompaña. Luego al salir a la calle de nuevo, un poco bajos de energía todavía, pasan cosas como la siguiente: veo a un bebé en la calle que  me observa mientras trato de comer helado bajando y subiendo mi mascarilla -y volviéndola verga-, se ríe de mi, me río de mi misma y compartimos una risa. Y ahí, justo ahí, si no crees que la vida es maravillosa, te perdiste de un gran momento.

De esto se trata un poco lo que mis manos me permiten escribir hoy.

Instantáneamente, al terminar la oración anterior me doy cuenta de algo: Estoy viva, que privilegio!! Gracias, gracias, gracias.

La ambición del escritor a veces lo lleva a querer abarcarlo todo en su relato, en otras oportunidades también se esconde detrás de la intelectualidad de analogías que sólo algunos podrán entender. Yo quiero que todo el mundo me entienda y no voy a hablarlo todo, solo voy a hablar de lo esencial.

Qué palabra! no? Esencial… Desde chiquita cuando no entendía algo lo buscaba en el diccionario, era divertido para mi. Quisiera invitarlos a buscar su significado, porque muchas veces y por muchos años la hemos banalizado. Éste año nos ha enseñado mucho y de maneras más espirituales. En uno de los largos momentos de introspección, se me reveló como una película -que pude ver y sentir- qué es eso que es esencial para mi. Sentí exactamente lo que mi cuerpo, mente y espíritu necesitaba. Y si vuelvo a cerrar los ojos lo revivo y me aferro a este recuerdo:

Estoy con mi familia, riendo, bailando y cantando algún ritmo Latino que mis hombros, caderas, y pies reconocen al instante, comiendo, rodeada de amor genuino, “echando cuentos” como decimos en mi país, abrazada. No necesito los zapatos elegantes carísimos que me compré hace un año, estoy descalza, de pie, caminante, realmente el mayor lujo. Como dijo Albert Camus “En medio del invierno aprendí por fin que había en mí un verano invencible”.

Este recuerdo, es y siempre será mi sol y brisa fresca de verano.

Sobre éste año que termina puedo decir que inició con muy buen pie. Todo iba maravillosamente, hasta llegué a hacer planes!. Conocí a un gran amor, y llegó a ser importante para mi. Luego nos confinaron. Nos separamos físicamente de muchas cosas, tradiciones, trabajo, de la vida como la conocíamos y de la conquista nueva, pero la vida siguió. Terminé con mi novio por Facetime por supuesto. Aprendí a vivir conmigo que no es lo mismo que vivir sola. A cuidarme, a descuidarme, a cuidarme de nuevo. Sentí tristeza, alegría, energía, desesperación. Está bien me dije, todo esto es parte de mí y le doy la bienvenida a cualquier sentimiento, aunque no siempre fue una seda hacerlo. Por más pataletas de Gaby con Gaby, me di cuenta que no puedo controlar la situación. Que Gaby la guerrera no puede salvar al mundo del Covid, y en éste momento de aceptación con lo que es, a solas en mi apartamento aprendí a convivir conmigo de nuevo. Empiezas a entender una cosa o dos de la vida, y sientes esa energía vital que reside en ti que te dice que esto también va a pasar.

Y como todo pasa, de igual modo que las hojas de los árboles nacen para caerse y después de un invierno frío y gris, sin planearlo mucho, sin expectativas, simplemente se dejan guiar por algo superior y renacen…  tu también renaces.

De repente es Agosto y me invitan a Ibiza. Anhelo con estar en el mar y aventurarme, y me voy. Estoy al aire libre, la brisa huele a mar, tengo kilos de más pero no puedo estar más contenta con mi bikini y las marcas que me deja el sol después de un día de playa. Estoy en las calas del Mediterráneo, que son tan o más espectaculares que como las hemos escuchado en letras de canciones célebres. Entro en el agua, floto, hay pequeñas medusas y erizos y no me importa, nado desnuda, me siento libre y creo otra de los memorias más grandiosas de mi vida.

Me transporto al llano Venezolano, donde una vez -en ese momento que ya no es ni de día ni de noche- floté en un río de aguas dulces y fui feliz. Mis manos se pegaban al agua y me acuerdo de -posiblemente- lo único que me quedó de las clases de física en el colegio: la tensión superficial. Ese fenómeno que resulta de las fuerzas cohesivas entre las moléculas, donde lo sólido no llega a romper la fina barrera que reposa sobre la superficie del líquido y se eleva. Tal y como lo hacen los insectos que caminan sobre el agua sin hundirse. En este momento mis manos son tan ligeras como un insecto, pero sólo se debe a que mi mente está en paz, nada me preocupa, todo es perfecto tal y como es y soy feliz. Le doy gracias a esta maravillosa isla por haberme recordado este sentimiento dentro y fuera de sus aguas que para muchos son sagradas.

En este año he ganado y he perdido como casi todos los que coexisten conmigo, y al final me enfoco en lo ganado. La fuerza de la gratitud me lleva a escribir, a soñar, a abrirme a la vida. Y por abrirme a la vida, veo maestros en todos lados, “todo el mundo tiene algo que enseñarme” pienso…

Y cuando se me va la inspiración me voy del café y me tropiezo con Geno. Geno es un inmigrante Búlgaro que acá conocen como “Kiko” y tiene una pizzería al lado de mi casa. Kiko y yo hablamos a veces cuando desde la ventana de su cocina con frecuencia me pregunta: qué lees? La primera vez leía Relatos de un náufrago. Le digo “Kiko  esto realmente pasó, un hombre pasó diez días solo en el mar sin saber qué le deparaba”. Él se interesa sin demostrarlo, pero mi intuición me dice que ahí hay algo y su mirada me lo revela. Geno se siente identificado… Gaby también… Capaz tu también. Y en momentos así, me recuerdo de una canción que escribió mi sobrina de ocho años, y dice así: “puedo ver tan fácil que hay detrás de tu mirada, un corazón gigante, latiendo, que no quiere seguirse escondiendo”. Qué genios son los niños! Es esencial que nos permitamos tener más momentos así, mostrar lo que realmente somos, y de donde venimos.

Entonces, lo que saco de lo anterior no es lo maravilloso que es García Márquez -que indiscutiblemente lo es- es algo más. Es vital compartir el gran privilegio del tiempo con aquellos con quienes compartas tus valores y virtudes más profundas, con quien puedas ser tu yo más auténtico y genuino. Si te encuentras con un Geno, un doctor o un barrendero -da igual- que te ilumine con su presencia y aporte algo bonito a tu camino estás recibiendo un regalo. Al final uno se da cuenta que son aquellas pequeñas cosas y encuentros inesperados las que más nos sorprenden y llenan. Es aquí donde para mi reside el arte y la magia de la vida.

Para finalizar, quisiera desearles -no sólo para el 2021- sino para toda la vida algunas ideas que saqué de una canción de Joaquín Sabina y Joan Manuel Serrat y llevo prácticamente tatuadas en mis días:

Que el equipaje no lastre tus alas,

que el calendario no venga con prisas,

que gane el quiero la guerra del puedo,

Que el fin del mundo te pille bailando,

que todas las lunas sean lunas de miel.

Que las verdades no tengan complejos,

que te aproveche mirar lo que miras.

Que no se ocupe de ti el desamparo,

que ser valiente no salga tan caro,

que ser cobarde no valga la pena.

Que no te compren por menos de nada,

que no te vendan amor sin espinas,

Y que el corazón nunca pase de moda.

 

Gabriela Vera

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