La moda, esa dama que se pavonea en tacones frente a un público deseoso de lujo, excentricidades y precios irrisorios, hoy se tambalea mas que nunca, y no de una manera sensual al mejor estilo de Patt Cleveland, aquella modelo mítica de los 70’s y 80’s. Calendarios imposibles de sostener, colecciones de invierno colgadas en pleno verano en percheros para incitar la compra, materiales poco amigables con el medio ambiente y un ritmo al que a veces le perdemos la pista. Desfiles como recitales y de presupuestos colosales. ¿Acaso estamos frente a una nueva era dentro de la disciplina que mas frivolidades se ha permitido en el mundo?
A través de nuestro blog, hoy queremos hacer un repaso de algunos de los desfiles más icónicos dentro del mundo de la moda, para recordar aquellos hitos que antaño nos hacían soñar con un glamour que ya ha desaparecido.

Los primeros desfiles de moda
Desde épocas remotas, la moda, tal cual la conocemos hoy, no existía. Tanto sastres como modistas, estaban a disposición del cliente, quien exigía prendas, colores y textiles a estos maestros del oficio.
Sin embargo, Charles Frederick Worth (1825 – 1895), considerado el padre de la alta costura, fue quien creó una primera colección basándose en sus criterios estéticos.
Este cambio trajo consigo la manera de presentarlas: previa invitación de sus mejores clientes, mostraba sus colecciones en movimiento en salones. Las modelos no eran conocidas como tal, eran las mismas vendedoras o asistentes, y se las llamaba sosies.
Años mas tarde, con la llegada de Paul Poiret (1879 – 1944) aparecen los desfiles, no con las exigencias de hoy en día, pero sí con el mismo funcionamiento: personas que exhiben las prendas para que luego los compradores las hagan suyas.
Poiret fue el primer modisto en presentar una colección exclusivamente para la prensa en el verano de 1910.

La firma Lucile tenía un salón exclusivo para presentar sus colecciones a las clientes más selectas. Para este momento las modelos tenían nombres exóticos, los escenarios contaban con luces especializadas y las poses solían estar más pensadas para favorecer la prenda.
Para los años 20 los desfiles ya eran mas respetados y pasaron a considerarse evento social. Dos grandes diseñadores de aquella época tuvieron estrategias para vender mas: Jean Paquin vestía a sus modelos y las hacía caminar por las carreras de caballos de Longchamp y Coco Chanel hacía posar a sus modelos con una postura determinada: hombros caídos, pie adelante, una mano en el bolsillo y la otra gesticulando, y finalmente las caderas hacia adelante.
La época dorada de la alta costura
En el año 1968, el Enfant terrible de la moda, Yves Saint Laurent, anunciaba que la costura estaba dando sus últimos manotazos de ahogado. Gran visionario, una vez más, acertaba ya que al año siguiente, uno de los modistos más influyentes del mundo de la moda, Cristóbal Balenciaga, cerraba su casa de costura.
El modisto procedente de Guetaria, solía ser muy reservado con su vida personal, incluso hasta con sus desfiles: organizaba pases privados para sus clientes y compradores en su salón, estos últimos iban a adquirir las toiles para luego reproducirlas para los grandes almacenes de la época.

Otro de los grandes nombres de la costura fue Christian Dior. Desconocido hasta que en el año 1947 revolucione la moda con el New Look. Sus desfiles se caracterizaban por ser muy silenciosos y sin música.
Las modelos se anunciaban y explicaba el conjunto antes de su salida y solían estar divididos en seis capítulos: chaquetas, trajes, abrigos, trajes de tarde, de coctel y de noche. Todos solían acabar con el pase más importante: el vestido de novia de la temporada.
Nota de prensa en papel, 1949, del desfile “Milieu du siècle” (“Mitad de siglo”). Archivo Christian Dior. © Société Christian Dior.
La invasión de la moda francesa: llegan los japoneses
En los años 80’s la aparición de dos diseñadores revolucionó –y tiñó de negro– las pasarelas y revistas parisinas: Rea Kawakubo y Yohji Yamamoto, que eran pareja por ese entonces.
Las propuestas para las pasarelas fue tan shockeante que el título de Libération el periódico de los intelectuales francesas sentenció: “La moda que proponen para los próximos veinte años es mucho más convincente que la que presentaron Courrèges y Pierre Cardin en 1960 para el año 2000 y que hoy ha quedado tan superada”.
Sus pasarelas consistían en deshilachados, mucho negro –incluso hasta variaciones de esta– maquillajes oscuros y ser radicales como base. “Conmigo las mujeres no necesitan cabellos largos ni grandes pechos para sentirse femeninas” en palabras de Kawakubo. Solía esconder el cuerpo femenino bajo varias capas de tejido.
Sus vestidos geométricos negaban lo tradicional de la moda: no intentaban favorecer la figura ni pretendía ser atractivos.
Siempre contradictoria, apenas se estaba estableciendo el negro como el color de los japoneses, sube a pasarela en el año 1994 una pasarela a todo color. Incluso, el año anterior presentó un desfile sin música, la atención debía estar en las prendas.
Las nuevas pasarelas: deconstrucción, conceptos y antimoda
A partir de los años 80, las pasarelas se revolucionan completamente. En el año 1993, Chalayan se consagra en su colección del master de moda que hizo en Saint Martins enterrando durante meses los vestidos en el jardín de su casa, para investigar la resistencia del material.
Martin Margiela, quien basa su carrera en la deconstrucción, presenta en 1989 t-shirts de tatuajes, tops hechos de alambre y piezas de porcelana. Siguiendo con su línea conceptual, presentaba sus colecciones pluralmente: estaban concebidas por un equipo de profesionales, no por un diseñador.
Así es como va sumando hitos a su carrera: modelos con la cara tapada, encapuchadas, luchando contra la corriente de supermodelos y superdiseñadores.
Sus pasarelas solían ser tan inusuales como sus conceptos: la primera fue en un antiguo teatro, la segunda en un club nocturno, a las que le siguieron un parque infantil, un viejo almacén derruido o la que dio paso a su colección del año 1992: una estación de metro abandonada de París iluminada por el candor de la velas.
Otro de los grandes nombres –siempre asociado a la polémica– es el de McQueen, quien en el año 1995, para cerrar su desfile y saludar a la prensa, decide hacerlo de una manera que hasta puede tacharse de infantil: se bajó los pantalones mostrando su desprecio hacia la prensa allí reunida.
También es mítico su desfile en el que proyectó a su musa, Kate Moss a través de un holograma. Incluso ha llegado a incursionar con robots: en el año 1999, dos robots de grandes proporciones rocían de pintura a una modelo, una performance digna de ser vista.
Nuestro próximo y último diseñador define la tradición de presentar cinco colecciones anuales como un infierno comercial. Azzedine Alaïa, el pequeño tunecino que ha vestido desde Graces Jones a Carla Bruni, es otro de los diseñadores que han marcado la historia de la moda a través de sus desfiles en los que trabajaba con lycra, cuero blando artesanal y viscosa, un material que estaba casi olvidado.

Los desfiles han evolucionado a lo largo de la historia, teniendo altos y bajos. Han dejado de ser íntimos para ser selectos y luego completamente masivos, aunque siempre con ese aire de exclusividad que los caracteriza. Aún cuando vemos desfiles en streaming, no nos sentimos parte de ellos: el componente físico no se compara con el virtual.
Ya hace varios años que se ha intentado implementar lo de los desfiles mas innovadores tecnológicamente hablando: Viktor and Rolf en el 2009 presentó una colección con una sola modelo y sin público, se podía ver el desfile online. Hoy en día, el Streaming es un must para que una pasarela sea exitosa.
Teniendo en cuenta el contexto actual, donde Saint Laurent ya anunció que no formará parte del calendario oficial Armani hizo un desfile a puerta cerrada por la pandemia del Coronavirus que estamos sufriendo ¿Estamos acaso frente al final de los desfiles tal cual los conocíamos? ¿Sería posible un mundo sin pasarelas físicas donde realmente lo importante son quienes asisten y no las prendas?